Al vendedor del Diario el Mundo de Merliot
No tengo ninguna preferencia por ningún periódico de El Salvador, mi país. De hecho cuando era un niño creía que el Diario de Hoy y La Prensa Gráfica, eran el mismo diario, publicaban las mismas noticias y anuncios, tenían el mismo formato y eran a favor del gobierno militar. Como dato curioso en El Salvador los diarios del domingo llegaban el sábado en la noche, mi padre siempre humorista, me decía que ya sabían lo que iba a pasar durante la noche y yo le creía.
Me hacía mucha gracia el nombre del periódico El Diario de Hoy, cuando en mi casa buscábamos un día después, El Diario de hoy de ayer, ¡Ja! suena tonto. Luego durante la guerra les llamábamos “El Diablo de Hoy” y “La Prensa Trágica”. Pero había otro diario uno que circulaba por la tarde, el Diario El Mundo.
En el cole hacíamos la broma de preguntarnos que haríamos si el mundo se terminara, respuesta… leer El Diario de Hoy.
Siempre me parecío El Mundo un diario serio y muy honesto. En El Salvador la mayoría de periódicos son propiedad de familias poderosas, y grandes imperios incluyendo al Diario El Mundo, es una exceción el Colatino manejado por una cooperativa; pero en este periódico, El Mundo, siempre había una alternativa para leer, daba al menos otro enfoque, otro punto de vista. Durante la guerra era el único diario que al menos en forma sugerida intentaba mantenerse “imparcial” si es que en una guerra se puede decir eso.
Pero hoy quiero referirme a un vendedor de Diario El Mundo que lo vende cerca de la pasarela de Plaza Merliot en Santa Tecla. Es un hombre de unos 30 años, moreno como la mayoría de los guanacos, de miarada vivaz y de movimientos recios. Cuando se sube a los autobuses realmente se proyecta y se convierte en un narrador de noticias. Cautiva, impacta y hace que la gente, lo más importante, le compre el diario. Para eso comenta las noticias en forma graciosa, irónica y muy enfática. Hace un resumen de lo más importante, menciona lo curioso y finaliza con una noticia contundente y una invitación a que le compren el diario, toda una estrategia de ventas. Me rompe el corazón verlo mal vestido, cansado, un poco decaído y a veces triste. Todo eso pasa a segundo plano cuando habla frente a los pasajeros. No sé cómo se llama, no sé quién es, solo sé que bajo su brazo se pasea El Mundo en silencio…
Para ese salvadoreño, a quien me encantaría ver en la TV en una campaña de Diario El Mundo, no para que el periódico venda más ejemplares, sino para que se gane unos centavos y algún día pueda decirle a sus hijos, “yo salí una vez en la tele” le envío y comparto con ustedes el poema “El vendedor de diarios, del cantor chileno Tito Fernández, “El Temucano”.
El vendedor de diarios
que grita en mi ventana
tiene cinco hijos
que alegran sus mañanas,
que lo sacan, de un salto,
de su camastro pobre
y lo llevan, corriendo,
por las cuadras y cuadras.
El vendedor de diarios
que grita en mi ventana,
tiene una compañera
tan pura como el agua,
esa que cae, a veces,
a torrentes del cielo
para regar la espiga
que la patria desgrana.
También tiene una pena,
y es justo que la tenga,
es un hombre común
poco sabe de letras,
bajo su brazo el mundo
se pasea, en silencio,
pero él no lo conoce
porque no tiene tiempo
“-Hay que ganarse el pan”,
me dijo una mañana,
cuando le hablé de Chile,
de Chile, de la patria,
yo en pijama de seda,
él todo de mezclilla,
con un parche grandote
por ahí en la rodilla.
“-Perdone caballero, -me dijo-,
el mundo es una mierda”
y una lágrima,
amarga de miseria,
le cayó de la cara,
brillante como joya,
empapando en un diario
el gordo de la polla.
Después se fue corriendo,
quizá porque no quiso
llorar ante un muchacho
que puede ser su hijo,
y me dejó pensando
en el río de sangre
que tiene que llorar el mundo
para matar el hambre.
El vendedor de diarios,
que grita en mi ventana,
es un hombre, un hombre,
¿Los demás? Casi nada.